Navidad, para unos un incordio, unas fechas vacías de significado y que vacían sus bolsillos, para otros una oportunidad de negocio, pero para muchos, entre los que me encuentro, son días en que algo dentro se mueve y hace renacer el niño que llevas dentro. Me pongo blandita, saturnina, taciturna y “platihonda” pero algo se me enciende en el mismo momento en que enchufamos las luces de nuestro árbol.
Me gustan los escaparates decorados con esmero, los abrazos con los amigos que hace poco o mucho que no ves pero cuyos encuentros son más prolijos en estas fechas. Adoro (sí, me pongo cursi) cualquier tipo de felicitación ya sea oral, visual, digital o por escrito aunque las tarjetas recibidas que decoran nuestro comedor cada vez son menos y más antiguas.
Pero no todos los sentimientos son blandos… Me dan envidia las ciudades que se engalanan sin reparos y los pueblitos de montaña en donde la nieve hace recluirse alrededor de una chimenea…a 20 grados encender la chimenea… como que no apetece mucho. Los que viajan a Londres, Nueva York, o a la Cerdeña, las personas que tienen un pueblo o una ciudad donde su familia les espera con los brazos abiertos y la mesa puesta… en la mía hay ya tantos sitios vacíos que la mesa se nos ha quedado inmensa …
Pero aún así verdosa de envidia y todo, disfruto al cumplir con las tradiciones: escuchar, cantar y hasta bailar villancicos, y las inocentes inocentadas que no pueden faltar porque es una tradición materna que se ha convertido en un homenaje a su herencia. La risa y el sentido del humor es el mejor antídoto para la nostalgia.
La Navidad cruza su ecuador, ya se preparan las campanas y se piensa en el cotillón…La noche de fin de año, cuando cuente las uvas que nos han de traer la ilusión de un año mejor, pensaré en esas sillas vacías y esos huecos nuevos que hemos removido en nuestros corazones y pensaré en aquellos que no están, en los que nunca estuvieron aunque formen parte de nuestras vidas y en los que a pesar de no estar no dejan nunca de existir entre nosotros.
Cuando toquen las campanadas justo antes del abrazo que funde el año que se va y funde el nuevo, mis duendes y fantasmas se harán burbujas y brindaré por el nuevo año que me permita seguir abrazando con fuerza a mi puñadito de seres queridos y a esos amigos que nos brindan su calor sin condiciones, y pediré nuevos sueños, a ser posible cumplidos para cada uno de vosotros.
¡ Felices deseos cumplidos!